Tal vez usted fue ese niño al que le recetaron Ritalina por su “indisciplina” en el colegio: si se paraba en medio de la primera clase del día, si bromeaba con sus compañeros desde la fila de atrás, si parecía no estar atento a clase. Quizás sus padres buscaron ayuda y, probablemente, el médico le prescribió este fármaco. También es posible que al escuchar esta orden sus padres huyeran refunfuñando que no permitirían que a su hijo lo convirtieran en un drogadicto desde tan pequeño.
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Le pasó a María Gómez Guisao. Su esposo se la pasaba trabajando y era ella la que iba a las reuniones escolares o las citas médicas de sus hijas. A una de ellas, la mayor, que hoy tiene 29 años, le recetaron Ritalina para ayudarla a concentrarse. Ella, como muchas mamás de su época, escuchaba que estos medicamentos dopaban a los niños. Sintió terror.
Esta es una historia común, dice Claudia Patricia Quintero Cadavid, psiquiatra infantil de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Sin abordar el caso puntual de la hija de María, Quintero asegura que este miedo es aún hoy pan de cada día en su consultorio.
La historia de la psiquiatría es oscura, en parte, gracias a las películas y la cultura popular, que, según Quintero, muestran que los psiquiatras hacen cosas horribles dejando a la gente boba con medicamentos y descargas eléctricas.
La escena de una sesión de electrochoque de la película Atrapado sin salida (1975), protagonizada por Jack Nicholson, es una de las que afianzó la idea de que sus prácticas eran recursos brutales. “Hay un estigma. El que va al psiquiatra es como si perdiera, como si fuera menos, y no es así. Quien viene está sufriendo”, apunta la especialista de Medellín. Y si es un niño pequeño puede ser más grave, porque ellos se comunican de forma diferente.
La discusión que tuvo María con el psicólogo del colegio, y al psiquiatra que la remitieron, se dio, dice, “porque querían unificar a los niños y mi Lucita (su hija) simplemente era curiosa, preguntona y muy activa”.
¿Quién toma la decisión?
Tenga en cuenta que un psicólogo no puede recetar, solo lo puede hacer un médico. Y cuando un profesional como un psiquiatra, que antes de especializarse hizo estudios en medicina, lo propone, usted debería hacer parte de la decisión.
“Los niños aprenden de diferentes maneras, algunos deben moverse mucho para poner atención, lo que no significa que haya algo mal. Sin embargo cuando, por ejemplo, un niño se comporta de manera violenta y le es difícil socializar y hasta aprender, uno de los caminos a seguir podría ser la medicación. Eso si un médico la receta” anota Laura Restrepo Vélez, psicóloga clínica de la UPB y quien trabaja en el sector educativo.
Estos casos de los que habla Restrepo son muy específicos y en una mayoría, aclara, se podrían trabajar a través de terapia cognitiva comportamental. Aquí es importante aclarar que las terapias en niños con algún problema de conducta deberían incluir a la familia.
Lo afirma Quintero también: “En psiquiatría infantil se debe educar e identificar lo que perpetúa un trastorno porque probablemente hay factores en casa como una mamá o un papá ansioso. A la familia se le educa, por ejemplo, en el fármaco y la importancia del tratamiento, pero también en pautas de crianza: cómo vivir con un niño que tiene ansiedad o depresión, qué es o no adecuado”. Lo mismo debe suceder con los profesores en las escuelas. El tratamiento debería incluir el entorno del niño: el educativo, la casa y el contexto social.
Descuidos mortales
Las investigaciones demuestran que la mitad de los casos de enfermedades mentales que duran toda la vida comienzan a los 14 años. Una de las más fuertes se publicó en Archives of General Psychiatry en junio de 2005.
La Encuesta de Salud Mental 2015 del Ministerio de Salud y Protección Social del país –que se realiza cada cinco años–, sugiere evaluar la salud mental de 44,7% de la población de 7 a 11 años por irregulariades encontradas. En adolescentes de 12 a 17 años, el 12,2% fue reportado positivo para algún síntoma de trastorno mental: el 4,3% tuvo más de cinco síntomas de ansiedad y el 3,9% tuvo más de siete síntomas de depresión.
Lo más peligroso de minimizar estos problemas es revelado por esta encuesta. La tercera causa de muerte de los jóvenes colombianos entre los 15 y 29 años se da por autolesiones.
Por esto, sea que tenga déficit de atención o esquizofrenia –raro en menores de 14 años–, lo que un psiquiatra busca es quitar ese sufrimiento. “Nosotros no tratamos de cambiar a las personas sino de ayudar”, aclara Quintero.
Añade una reflexión a partir de su experiencia con pacientes: “Tristemente me ha pasado algo: si es el neuropediatra el que les receta algún medicamento, ese sí se lo dan al niño. Si yo se lo formulo, no”.
¿Se altera su cerebro?
A muchos adultos les preocupa que un menor esté tomando un cóctel de fármacos psiquiátricos desde los 6 años –edad en la que entran al colegio, en promedio–. Y se preguntan sobre los efectos a largo plazo: ¿ese uso temprano altera su cerebro o su cuerpo? Un problema nada simple.
La psicóloga Saven Ellen Hendriksen reflexiona sobre el tema en la revista Scientific American y reconoce que algunas enfermedades infantiles, como el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) y el autismo, por ejemplo, son diagnosticadas como un comodín cuando algo está mal pero nadie sabe qué.
Esto lleva a un diagnóstico excesivo y a una medicación innecesaria. Otras enfermedades, como abuso de sustancias, se pasan por alto o se descartan como rebeldía o experimentación, lo que lleva a una evaluación deficiente, haciendo que los niños resbalen por grietas al pasar a la adolescencia.
El problema más común es el diagnóstico inconsistente. Un estudio publicado en la revista internacional de psiquiatría y neurociencias Bipolar Disorders, en 2008, encontró que menos de la mitad de las personas diagnosticadas con trastorno bipolar en realidad tenían la enfermedad, mientras que el 5% de las personas identificadas con algo completamente diferente en realidad la tenían.
Volviendo a la pregunta si ¿la medicación psicotrópica temprana altera el cerebro de un niño?, la respuesta corta es sí, dice Hendriksen, pero la respuesta larga es diferente de lo que muchos piensan.
Una revisión de 2012 de investigadores de la Universidad Stanford analizó más de 50 estudios que usaron herramientas que toman imágenes del cerebro antes y después, para examinar niños con enfermedades como anorexia, TDAH, autismo, trastorno bipolar, depresión, trastorno obsesivo-compulsivo y esquizofrenia.
Encontraron que, en general, la medicación sí afecta la estructura y función del cerebro hasta un grado detectable por imágenes. Pero no necesariamente de forma negativa. Por lo general, cuando se piensa en los “cambios cerebrales”, se asume un daño o un retraso del crecimiento. Es clave recordar que las enfermedades mentales no tratadas también pueden dañar el desarrollo cerebral. Aquí la medicación temprana puede prevenir que la enfermedad empeore o se vuelva neuronal.
Como reflexión final, es importante que tenga presente que, al igual que los adultos no deberían reemplazar el café por el sueño o el alcohol por la relajación, la medicación psiquiátrica no debe ser un sustituto para enseñar a los niños sobre autorregulación, lidiar con una situación familiar estresante o usar medicación porque un niño causa problemas.