Rasgos de personalidad, percepciones y experiencias determinan cómo reaccionamos a las situaciones.
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Mientras que para Sandra, de 23 años, el que su novio no acuda cumplidamente a una cita que han acordado previamente, le genera un alto nivel de estrés porque siente que es una falta de compromiso; a Juanita la misma situación solo la lleva a pensar que muy probablemente, dadas las condiciones de movilidad de la ciudad en la que vive, quedó atrapado en un trancón de carros.
¿Por qué a algunas personas las afectan unas cosas y a otras no? ¿Por qué muchos se sienten ansiosos ante cualquier evento y otros responden de manera tranquila? ¿Por qué en ocasiones las crisis generan pérdida de la tranquilidad, la salud o el bienestar independientemente de su magnitud y duración, incluso hasta llegar a ponernos en una situación de parálisis; mientras que en otras, la adversidad se convierte en una herramienta para proyectarse al futuro, generar nuevos aprendizajes y permitirnos salir fortalecidos?
La respuesta tiene varios matices. Por un lado, es cierto que la manera como las circunstancias externas nos afectan y la forma como las manejamos está asociada a los rasgos de personalidad (muchos heredados) que llevan a actuar de cierto modo. Por ejemplo, algunos son más sensibles y tienen percepciones internas o intuiciones más agudas que los llevan a sentirse más afectados por lo que ocurre alrededor. También depende de la frecuencia e intensidad de las experiencias vividas y el momento personal en que ellas ocurran.
Múltiples investigaciones sobre el comportamiento humano muestran que a pesar de lo inevitable que resulten los problemas y las dificultades, lo que sí podemos elegir es la manera como los enfrentamos, los recursos que usamos o el enfoque con el cual valoramos lo que pasa.
El impacto de las situaciones a las que nos vemos abocados a lo largo de nuestra vida depende en gran parte de la percepción que tenemos acerca de ellas. Las nuevas tendencias de la psicología muestran que es posible hacer una reflexión constructiva de las dificultades y lograr que estas sean oportunidades para aprender y crecer.
¿Cómo lograrlo? Parte del esfuerzo está en ver los problemas o las contrariedades como una oportunidad y no como una amenaza: interpretarlos desde otros ángulos, verlos en perspectiva, tomar una sana distancia o encontrar lo positivo de las situaciones difíciles, desestabilizadoras e incluso traumáticas.
Algunas acciones realizadas de manera consciente, inteligente y con persistencia nos permitirán manejar exitosa mente el estrés, la ansiedad o la tristeza en lugar de hundirnos en estas emociones. Así como aprender de lo que nos sucede para regresar a la normalidad con más confianza en nosotros mismos y mayor capacidad para afrontar una situación similar.
1. Sí se puede controlar
Tenemos la capacidad de re programarnos, es decir podemos aprender o desaprender hábitos de pensamiento, emoción y reacción más adaptativos y eficaces para enfrentar los eventos difíciles. La forma como vemos las cosas está influida por las creencias que tenemos y estas, si las identificamos, son susceptibles de cambio.
2. Sin miedo a la adversidad
Verla como un reto no como un peligro que inevitablemente nos llevara a una situación de crisis. La adversidad ayuda a desarrollar estrategias para manejar y entender el miedo, la desesperación o la tristeza y aprender hábitos de control de las emociones.
3. Algo de estrés, bueno
Cantidades saludables de estrés o preocupación son beneficiosos. Estos son activadores de la energía necesarios para emprender un proyecto, enamorarse o alcanzar metas. Sin ellas la vida sería muy monótona. Además, la psique tiene una gran plasticidad y no somos tan vulnerables como a veces pensamos.
4. Creativos y prácticos
Acudir a la apertura, la flexibilidad y la creatividad. Estas habilidades nos permiten usar los recursos de los que disponemos, identificar las experiencias pasadas que han sido exitosas y crear nuevas y versátiles maneras para superar la situación.
5. No se desanime
No es fácil cambiar una manera de sentir o de reaccionar. No lograrlo tan rápida o eficazmente como quisiéramos lleva con frecuencia a confirmar la creencia de que no se tiene control sobre las emociones. Recuerde que esto requiere trabajo y práctica.
Fuente: El Tiempo