Por: Adriana Bermúdez Arango
Cali es una ciudad que se encuentra en uno de sus más duros momentos. El civismo que la caracterizó durante décadas y que permitió que los caleños se destacaran frente al resto de los colombianos por su respeto y amor por su ciudad, se encuentra perdido, casi que podríamos decir “Se esfumó”. Eso hace que todos, de diferente manera, sintamos que la Cali que conocimos, en la que crecimos y que nos enamoró, deba ser rescatada de las garras del olvido, al que nosotros mismos la hemos sometido por decisiones inadecuadas.
Cali, que es actualmente comandada por un alcalde de izquierda, en un país gobernado por la izquierda, sigue expectante para ver en qué le beneficia haber hecho esta elección, porque la fe en sus ídolos de barro no se ha perdido del todo. Grandes proyectos de infraestructura planeados para el futuro se fraguan en la Capital de la Salsa, aunque aún no se sabe cómo se resolverán los líos que, a la fecha, se tienen. En el momento en que escribo estas líneas, no es claro qué va a pasar con Metrocali, administrador del MIO, principal medio de transporte público en la ciudad que, como sabemos, se encuentra al borde de la liquidación, en esencia, porque como empresa es inviable; tampoco es claro por qué no hay presupuesto para arreglar las vías, que cada día dejan más accidentes, mientras los vehículos de los que pagan impuestos, se deterioran cada día más en sus recorridos, porque no hay calle en la ciudad que se encuentre en buen estado.
Cali, la que respalda estos gobiernos de izquierda y la que no, salió a marchar, dejando en claro que cada día son menos los seguidores de estos gobiernos actuales que, lejos de ser perfectos, demuestran con creces ser lo más cercano a la imperfección. Para la muestra, algunos botones: la reforma a la salud, presentada solo 15 horas antes de la marcha que la respaldaba y que deja a la salud peor de lo que ya está, al ponerla en manos del Estado, que nunca se ha caracterizado por ser un buen administrador; la reforma tributaria, que convierte la herencia en una ganancia ocasional, como si fuera un golpe de suerte recibirla, no un derecho y, como si su propietario original no hubiese tenido que pagar impuestos constantes por su posesión; la reforma a la justicia, a la que todavía le falta un articulado concreto, pero que pretende, como lo dijo el presidente Petro, “eliminar delitos” para así, evitar que quienes los cometan sean delincuentes, dejando a nuestra sociedad realmente desamparada en lo que a justicia se refiere.
Estamos muy lejos de muchas cosas, pero es claro que Cali marchó porque la mayor parte de los caleños quiere que se retome el rumbo de la sensatez, de las obras que hacen que la ciudad crezca y mejore desde hoy, no a futuro, en un futuro que, al paso que vamos, se hace más incierto cada día.
#Cali