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Desde que las excusas se hicieron…

Por: Adriana Bermúdez Arango

Cuenta la historia que, hace cientos de años, los ‘come queso’ no eran los ratones, eran los gatos, debido a que las cocinas carecían de lo que hoy conocemos como alacenas, esos espacios que, cerrados en su mayoría, permiten resguardar los alimentos de cualquiera que quiera consumirlos sin permiso, sobre todo de los animales. Anteriormente, la comida preparada o por preparar (frutas, verduras, legumbres, carnes), se dejaba sobre los mesones y/o mesas de la cocina, a la espera de ser consumida. Y hasta allí llegaban los gatos, seres habilidosos y recursivos que no se privan de nada ni respetan nada, dueños y señores de la cocina que, con tal de lograr lo que quieren, pueden recurrir a cualquier artimaña. Por eso se inventaron las excusas, unas repisas elaboradas en madera o lámina que pendían del techo en cadenas o cabuyas, ocurrencia que hoy puede considerarse rudimentaria pero que, para la época fue muy eficiente, porque logró alejar el queso y, a los alimentos, de los gatos. Seguro que después, los ratones descubrieron cómo llegar a las excusas y fueron los responsables de que los gatos se convirtieran en elemento esencial en las casas, porque eran los únicos capaces de capturar a los hábiles roedores en fuga, hasta que también aprendieron a alcanzar las excusas y ya la altura no fue suficiente, pero eso hará parte de otra historia.

Hoy, excusas es lo que dan las personas cuando no quieren reconocer su responsabilidad frente a algún hecho y buscan poner en otro o en otros, las miradas que los persiguen. Cuando damos excusas, el verdadero fin es alejar a los demás de la realidad, de la verdad, confundiéndolos con falsas razones. Dar excusas es ofrecer información que se caracteriza por ser imprecisa y, en muchos casos, hasta deshonesta. Eso es lo que está pasando hoy con el alcalde de Calima-Darién, Martín Mejía Londoño quien estuvo el fin de semana en una discoteca del pueblo donde, producto del licor y la escopolamina (según dicen), terminó quitándose hasta la ropa y mostrando sus partes nobles a todos los presentes.

Lo más triste de esta situación no es lo que dicen el alcalde y su familia, amparados en los supuestos resultados que entrega la clínica, lo que es en realidad denigrante es ver cómo, un hombre que disfrutaba del momento en alto estado de alicoramiento, tiene la desfachatez de argumentar ahora, que todo fue producto de un acto delictivo, cuando en las imágenes es claro que el señor Mejía Londoño era consciente de lo que estaba haciendo y lo disfrutaba. Es más vergonzoso aún, pensar que este señor fue elegido como alcalde por voto popular, que fue en él en quien pusieron todas sus esperanzas los habitantes del pueblo, para ver realizados sus sueños como comunidad. No puedo creer que, personajes como este, que deberían ser ejemplo de respeto, responsabilidad y coherencia al ser referentes para los ciudadanos, se conviertan en el hazme reír de pueblos enteros al irrespetarlos. Ojalá que estas acciones sean valoradas por los votantes en las urnas, la próxima vez que este personaje aparezca ante sus ojos prometiendo hacer cosas magníficas por ellos, cuando ni cuidarse a sí mismo y a su integridad, es capaz o le interesa.

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