Por: Adriana Bermúdez Arango
Los habitantes de la Avenida Pasoancho con 66 y zonas aledañas, aún sueñan con recuperar la paz y tranquilidad que les arrebató la instalación de la famosa Carpa La 66. En diciembre de 2021 y con la promesa de que era solo por los seis días de la Feria de Cali, del 25 al 30, comenzó lo que en aquel entonces se llamó “Tascas la 66”, un lugar inspirado en las típicas casetas caleñas de antaño y que era la reunión de unos 40 gastrobares que, a cielo abierto, buscaban ofrecer un lugar de esparcimiento nocturno con ambiente familiar.
Para el año 2022, el nombre del lugar que no tuvo fecha de vencimiento cambia a La 66 Central Park y se convierte en un sitio para la realización de conciertos y grandes eventos, gracias a la capacidad que tiene de albergar a unas 5000 personas hasta las 4 de la mañana. Debemos tener en cuenta que la preparación de este tipo de actividades requiere que las pruebas de sonido se realicen con antelación, ocasionando que el ruido que produce el lugar se extienda por unas 12 o 14 horas. ¿Se imagina eso 2 o 3 veces al mes? Una sola noche sin dormir, es suficiente para alterar la psiquis o el ánimo de alguien. ¿Qué tal una noche sin dormir, antes de un día de trabajo duro? ¿Antes de un examen académico?
La 66 Central Park está ubicada en el Barrio Bosques del Limonar y el sonido que allí se emite, afecta en gran medida, a 10 conjuntos residenciales cerrados, 5 edificios multifamiliares y 206 casas unifamiliares de dos pisos, eso hace un aproximado de 1470 unidades de vivienda, lo que significa el mismo número de familias que ven alterado no solo su sueño, también la paz, la tranquilidad y la intimidad de su hogar, al tener un invitado al que no convocaron: el ruido.
El gran inconveniente parte del Plan de Ordenamiento Territorial – POT, que tiene a este barrio como un sector netamente residencial, pero que posibilita todos los ejes viales como espacios de comercio y servicios, lo que ocasiona que se afecte el tejido social en un área residencial al permitir la apertura de lugares que traen problemas como el ruido, consumo de alcohol, expendio de estupefacientes, para mencionar lo más notorios.
El remate de esta situación, son las buenas relaciones que tiene el señor Carlos Paz, dueño de la carpa, con la Alcaldía de Cali, que le ha permitido, a través de su Mesa de eventos conformada por la Secretaría de Seguridad y Justicia, la Policía Nacional, el DAGMA, la Secretaría de Movilidad y otras, establecerse sin llenar los requisitos que debe cumplir un sitio como este, que genera un impacto ambiental y social muy alto, debido a la cantidad de personas que alberga en cada evento.
¿Se imagina usted, camino a su casa o llegando a ella y tener un trancón en la vía porque hay dos o tres mil personas llegando a un evento en un lugar que no está diseñado para que éstas arriben? Ese es otro problema. El lugar queda junto a la calle, la mayoría de sus visitantes llegan a través de la Avenida Pasoancho y se bajan del transporte público ahí, frente al portón, armando unos trancones monumentales, que derivan en aumento de ruido por los carros, los pitos, los gritos…
Pero la comunidad no se ha quedado callada ante la inconformidad que sienten al ver cómo llegó La 66 Central Park para nunca más irse y, con ella, la intranquilidad y el bullicio. A través de diversas acciones legales, los afectados se ha unido para detener esta carpa que ofrece diversión y disfrute a una población flotante que no se impacta negativamente por la realización de eventos con altos niveles de ruido en un lugar que carece de EIR, Esquema de Implantación y Regularización, que es el encargado de mitigar impactos en la zona por parte del establecimiento, lo que evidencia que no es el lugar idóneo para desarrollar las actividades que allí se celebran.
Esperemos que, como llegó Carlos y se acabó la paz, lleguen la ley y la justicia y se encarguen de recuperarla. Cali necesita recobrar el orden para que sus ciudadanos, gracias a un sueño reparador, puedan reconstruirla.