Por: Adriana Bermúdez Arango
La campaña a la Alcaldía de Cali cada día deja nuevos aprendizajes. Ya nos mostró que pactar con “los de siempre” permite alcanzar el primer lugar en las encuestas y que no tiene importancia si “los de siempre” son los responsables de dejar acabar la ciudad. Si ponen votos, con ellos hay que aliarse.
También nos está demostrando que la juventud no es impedimento y que, ser mujer, muy por el contrario de lo que sucedía anteriormente, hoy, es una ventaja. Las mujeres nos hemos ganado un lugar prioritario en las luchas y, como sociedad, hemos entendido que somos sinónimo de fortaleza, capacidad, tenacidad y compromiso, por eso, en esta contienda ellas son mayoría.
Pero nos falta entender el papel que como mujeres desempeñamos en la sociedad. No somos las que buscamos protagonismos, ¡somos las protagonistas! Y esto, en muchas ocasiones, lo alcanzamos cuando demostramos que somos capaces de poner a los demás por encima y por delante de nosotras mismas.
Y sí, hablo de Diana Rojas y su muy buena campaña a la Alcaldía de Cali. Independiente de si nació o no en Cali, ha demostrado con sus actuaciones que Cali le duele, la siente, la ama con todo y por eso, quiere ser su alcaldesa. Infortunadamente, parece que ya olvidó cómo se mueve el mundo político, cómo se ejecutan estrategias y cómo se hacen las alianzas. Porque no tapemos el sol con un dedo negando la existencia de esa mano oscura que tiene en sus entrañas la política, que eso es perder nuestro valioso tiempo.
Diana ha hecho una excelente labor desde que estaba en el Concejo. Con verdadero control político demostró su oposición a Jorge Iván Ospina y, cuando se dio cuenta de que su partido había perdido el norte, se retiró de él para aspirar a la Alcaldía de Cali, aspiración que la tiene hoy en el tercer lugar de las encuestas en un “empate técnico” con Alejandro Éder. Pero no podemos perder de vista lo que ese empate significa: que puede que ninguno gane, porque quienes votan por ellos son, en su mayoría, personas de estratos 4, 5 y 6 que trabajan en empresas privadas o como independientes y cuyo cargo o salario no depende del voto, por eso prefieren, muchos de ellos, irse de fin de semana que ejercer el derecho que les otorga la Constitución. En cambio, las personas de menores estratos están esperanzadas en que el candidato, cuando sea elegido, solucione de manera inmediata sus vidas o las de aquellos que están a su alrededor, sea con un cargo público, un contrato o la resolución de algún problema ante el que no veían luz, por eso, ellos hacen lo imposible para ir a las urnas y se aseguran de que su familia haga lo mismo.
Y, ¿qué puede pasar con Diana entrando a la campaña de Alejandro Eder? Corremos el riesgo de tener a dos personas capacitadas y dispuestas trabajando juntas, que quieren ser y hacer parte del renacer de Cali, persiguiendo el objetivo de mejorar la ciudad y a sus habitantes con cada una de sus acciones. Además, podemos lograr una dupla que trabaje desde ya un proyecto político que piense una ciudad a largo plazo, porque Diana puede terminar de fortalecerse para, en cuatro años, ocupar el primer cargo de la Sultana del Valle. Pensémoslo bien: Cali se va a demorar más de cuatro años en recuperarse del estado en el que la deja Ospina, sobre todo, si tenemos en cuenta que mucho del dinero del municipio se encuentra comprometido en el MIO y en las “Obras del corazón”, lo que dificultará el actuar de quien llegue, porque sin presupuesto ¿qué se puede hacer?
Puede ser esa posibilidad a largo plazo de Diana junto a Alejandro, la que tiene tan inconforme a Miyerlandi Torres, quien en sus redes sociales le dice a Diana que la “están negociando” dos políticos tradicionales, debido al mensaje que le envió Maurice Armitage a la candidata, pidiéndole que decline su candidatura y se una a Éder. ¿Será que Miyerlandi olvidó quién es su tía, la que le dio su carrera pública y ahora, política? Porque aunque ahora quieran mantener la distancia, para nadie es un secreto que Torres es sobrina de la exgobernadora y hoy candidata a la Gobernación del Valle Dilian Francisca Toro Torres, por eso, Miyerlandi no puede ondear la bandera de la independencia, peor aún, debe recordar que también, en parte, es responsable de la situación que vive Cali, al haber hecho parte del gobierno de Ospina desde la Secretaría de Salud y haberse mantenido en silencio ante lo que adentro del CAM pasaba en la época del mal llamado “Estallido social”, por eso, su interlocución pierde relevancia frente a una candidata como Diana Rojas.
Es hora de pensar en Cali, en lo que le conviene a corto plazo. Es hora de dejar a un lado los egos y concentrarnos en el futuro. Necesitamos que quienes quieren gobernarnos nos den una muestra de su liderazgo uniéndose para construir una nueva ciudad. Los caleños debemos estar dispuestos para seguirlos y lograrlo, solo así, saldremos del hueco en el que estamos.