Por: Adriana Bermúdez Arango
Es innegable que todos sabíamos la verdadera situación en que el nuevo alcalde encontraría a Cali. Para nadie era un secreto que la ciudad estaba sumida en el abandono desde todas sus esquinas y que necesitaba mano firme en cada una de ellas. Por eso, lo que actualmente está haciendo el alcalde Éder nos emociona y motiva, porque nos hace pensar que, de verdad, reviviremos a Cali, su cultura, su civismo, la verdadera belleza del espíritu de su gente.
Porque si algo aprendimos en los últimos cuatro años, es que Cali no es solo salsa y rumba, también es cultura y que dicha cultura, debe estar representada en cada una de las acciones que realizamos en la ciudad. Por eso, a los caleños nos satisface que se busque recuperar el carril del MIO de los motociclistas que lo usan indiscriminadamente, que se retome la educación de los conductores para que entiendan que no pueden parquear sus vehículos donde se les ocurre, que se limpie a Cali en compañía de todos aquellos que quieran aportar para esta nueva percepción de ciudad; todas estas labores nos permitirán, poco a poco, retomar el orden que tanta falta nos hace.
Y son esas acciones esperanzadoras, las que nos hacen sentir que Cali tiene futuro. Es por eso que aún esperamos acciones por parte de la Alcaldía frente a temas como la pavimentación de las vías, las cuales, pase por la zona de Cali que pase, se encuentran prácticamente destruidas por la desidia de varios gobiernos y recuperarlas, ayudará a mejorar la movilidad, además que permitirá profundizar en el sentido de pertenencia que tenemos por nuestra Sucursal del Cielo.
Pero no es el único aspecto en el que hace falta intervención. También estamos esperando acciones por parte de los organismos encargados frente a flagelos como el ruido, ese elemento que ha cobrado tanta importancia en los últimos días por algunos casos que se han evidenciado en diversas ciudades del país y que en Cali, tiene antecedentes de vieja data. La experiencia con el ruido en La Capital de la Salsa, ha llevado a que ciudadanos se reúnan para combatirlo alrededor de una veeduría llamada Cali Sin Ruido, que se encarga de guiar y acompañar las acciones pertinentes frente a los organismos de control, buscando que sea el cumplimiento de la ley, el que se encargue de poner en cintura a los infractores del ruido: bares, gastrobares, terrazas, carpas, locales comerciales y todo aquel que se convierta en una contaminación acústica, que impida el descanso o la paz de sus vecinos a cualquier hora del día o la noche.
Esta veeduría, que trabaja a partir de un liderazgo comunitario y con recursos propios, ha radicado acciones en varias inspecciones de policía, debido a que sus acciones de control y seguimiento a infractores, se realizan en diversos barrios de la ciudad, realmente, donde la comunidad las requiera. Porque, aunque usted no lo crea, en Cali el ruido enferma, daña y desplaza en muchos barrios. Y aunque se encuentra respaldo en propuestas como la presentada por el representante Daniel Carvalho (Medellín), quien busca crear una ley contra el ruido, lo que desde esa veeduría se propone es cumplir con la normativa ya existente, como el Código de Policía, cuyo objetivo es “Propiciar en la comunidad comportamientos que favorezcan la convivencia”. Porque no podemos seguir llenándonos de normas, leyes o decretos que nadie cumple, que todos acomodan a sus intereses para evadirlos de manera “legal”.
Así es que, señor alcalde, necesitamos mano dura contra el ruido. Cali debe recuperar su orden, pero también su silencio. En sus justas proporciones, debemos regresar a las épocas en que era el ruido de la brisa, del caudal del río Cali, de los pájaros que hacían presencia en nuestros parques, lo que principalmente escuchábamos. La rumba y la salsa pueden seguir, pero sin perturbar la paz, la tranquilidad y mucho menos el descanso de los caleños. Para lograrlo, necesitamos cumplir con la norma, lograr que todos los negocios ruidosos sean cerrados y estén insonorizados, solo así, lograremos crecer en convivencia y mostrar verdadero desarrollo. Recordemos al filósofo Jean-Paul Sartre: «Mi libertad (derechos) se termina(n) dónde empieza(n) la(los) de los demás», ese debe ser uno de los principales preceptos si queremos revivir a Cali.