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Ausencia de interinstitucionalidad

Por: Adriana Bermúdez Arango

Cali, como ya sabemos, es una ciudad llena de falencias que dejó profundizar el anterior alcalde. Dentro de ese cúmulo de problemas tenemos la situación de seguridad, que se ve agravada por la migración que vive la ciudad.

Pero este problema no requiere que, solamente, nos dediquemos como ciudad a quejarnos. Requiere que, entre todos, seamos parte de la solución. Sucede que el migrante es una persona que sale de su país, solo o con su familia, con la esperanza de encontrar un futuro mejor al que le espera en el propio. Por eso viaja y se instala en una ciudad como Cali, donde tiene la amabilidad de su gente en medio de un ambiente cálido, lo que le permite vivir en la calle con menor dificultad, mientras logra ubicarse y conseguir sustento para familia.

Hasta aquí, la ‘romantización’ de la historia nos permite empatizar con los migrantes y preocuparnos por su situación, pero la realidad que terminamos afrontando los caleños, es otra.

En Cali, en 2019, se presupuestó que existían unos 4000 habitantes de calle. El año anterior, 2023 y debido a la migración principalmente venezolana, esa cifra llegó a los 8000 y contando. El problema es que las políticas públicas que tiene la ciudad para atender las situaciones que con esta población se presentan, no han aumentado de manera tan significativa y, lo más grave aún, no son tan impactantes como lo es la cifra en sí.

Estos habitantes de calle, sin importar si son propios o foráneos, necesitan de una política pública que les permita atender sus necesidades básicas y, sobre todo, de una ruta o programa que les ayude a encontrar cómo salir de las calles. En la actualidad, Cali solo cuenta con una entidad que, a todas luces, no cumple con estos requisitos y centra su atención en ofrecer de manera eventual, una comida, un baño y ropa de segunda en buen estado a las personas, lo que no genera ningún tipo de oportunidad real para ellas.

¿Qué se requiere? Un paso a paso que le brinde albergue a la persona, acompañado de una atención en salud que le permita desintoxicarse si es un adicto, un plan para rehabilitarse y reincorporarse a la sociedad. Además, actividades de salud ocupacional que le faciliten encontrar su habilidad y desarrollarla, como parte de un proceso productivo. Cuando esto ocurra, cualquier persona estará en capacidad de salir a enfrentarse al mundo con mayores herramientas, convirtiéndose en un elemento útil al desarrollo de la sociedad.

¿Que estoy soñando? ¡Seguro que sí! Porque debemos reconocer que es una apuesta costosa y de gran intervención por parte de diversos actores. Pero Cali no puede seguir evadiendo estos costos, mientras son sus ciudadanos los que tienen qué hacer inversiones en equipos de vigilancia y seguridad para evitar que estas personas los roben o algo más grave, a ellos y a sus pertenencias o elementos; mientras ven deteriorados sus barrios, lo que disminuye el valor de sus propiedades o inversiones; mientras escuchan que la policía no cuenta con el pie de fuerza suficiente para atender con eficacia sus requerimientos.

Cali necesita fortalecerse y ofrecer una política pública que permita al habitante de calle, salir de dicha condición y debe ser tan interesante, que todos, al conocerla, quieran acogerse a ella.

Nosotros, los ciudadanos, dejaríamos de apoyar la mendicidad en las calles y nos enfocaríamos en ver de qué manera, podemos apoyar esta gestión. Así, nos ocuparíamos de reunir ropa de segunda en buen estado y donarla; de buscar organizaciones que realicen obras sociales y quieran tomar este lugar como obra bandera; ofreceríamos la oportunidad a estudiantes en práctica de psicología y psiquiatría, para que dieran atención en salud mental a estas personas. Podríamos, incluso, mirar si el Sena o alguna otra entidad que forme técnicos o tecnólogos, como parte de su programa de RSE, ofrece a estas personas programas gratuitos para que desarrollen o fortalezcan sus habilidades.

Pero, eso sí, lo primero que necesitamos es el apoyo de nuestra policía, porque será la institución y su presencia, la que le dará tranquilidad a quienes participan y lideran el programa.

¿Lo interesante? Que este tipo de sueños sólo se hacen realidad si se cuenta con ese detalle que, al parecer, a los grandes “gurús” de la administración les falta conocer: la interinstitucionalidad. El apoyo del alcalde, de la Secretaría de Bienestar Social, la Secretaría de Desarrollo Económico, el Departamento Administrativo de Hacienda, la Policía Metropolitana, de entidades con procesos exitosos de rehabilitación y con mínima reincidencia, son actores esenciales para hacer exitoso el proceso.

Cali merece ser referente en la disminución de habitante de calle, lo que redundará en la reducción de la inseguridad y quizás, hasta de la violencia. No pensemos solo en eventos puntuales que nos destaquen de manera momentánea ante el mundo, pensemos en los problemas de fondo que tenemos y que queremos solucionar, para continuar siendo la «Sucursal del Cielo».

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