Por: Adriana Bermúdez Arango
La intervención del alcalde Alejandro Éder en la reunión de Asocapitales, deja más dudas que certezas sobre la situación actual y futura de nuestro departamento. Es claro que nuestro territorio está en poder de las disidencias de los grupos subversivos, lo que hace pensar ¿cómo podemos protegerlo y protegernos? ¿Podemos acudir a alguien para que, verdaderamente, nos apoye en la lucha contra dichos grupos y erradicarlos?
Porque para nadie es un secreto que hemos llegado hasta este punto, como consecuencia de la total ausencia de voluntad de paz por parte de los miembros de los grupos guerrilleros disidentes y porque nuestras fuerzas militares, por orden del Gobierno Petro, tuvieron que bajar la guardia y otorgar concesiones de territorio y hasta indulgencias a estos grupos delincuenciales, afectando de manera considerable, la paz y tranquilidad de las regiones.
En la radiografía presentada por el alcalde Éder en el encuentro, aclara que “el 60 % de la coca que está sembrada en Colombia, está entre Cali y la frontera con el Ecuador, incluyendo el Putumayo” y la declara la gran responsable de que se esté acabando la economía formal, porque es la consecuencia de asfixiar la economía a partir de bloquear la Vía Panamericana.
Esta actitud del alcalde es totalmente loable, pero no deja de causar curiosidad, sobre todo cuando sabemos que él pertenece a la onda de la paz «estable y duradera» que, supuestamente, nos dejó el Gobierno Santos, lo que hace pensar que, como mandatario, podría ser débil frente a la insurgencia. Sin embargo, los acontecimientos de las últimas semanas en Valle, Cauca y Nariño, dejan claras las verdaderas intenciones de estos grupos al margen de la ley y hacen que quienes han luchado por los diálogos de paz, reflexionen y se den cuenta de que, en nuestro territorio, los insurgentes no cuentan con un verdadero interés de cumplir con ningún tipo de acuerdo que lleve a la finalización del conflicto armado. Los hostigamientos presentados en el suroccidente colombiano contra la fuerza pública, a partir de que el territorio se ha convertido en el campo de acción de grupos terroristas y narcotraficantes, tienen sitiados a los habitantes. Y es en conjunto con el Gobierno Nacional, con el presidente, que debe solucionarse.
Esa nueva posición del alcalde genera mayor tranquilidad para quienes creemos que Cali, el Valle y, Colombia en general, merecen una paz verdadera, pero nos hace pensar si algún mandatario cuenta con algún plan o estrategia que el Gobierno Nacional avale y quiera implementar, porque la preocupación tanto del alcalde de Cali como de la gobernadora del Valle, es solamente una golondrina intentando hacer verano en medio de un invierno que tiene congelada toda acción que sea contundente y determinante para erradicar a los grupos subversivos.
Aquí es cuando surge la pregunta ¿Dónde quedó la inteligencia militar, que nos permitía tratar con mayor contundencia y hasta prever y prevenir las acciones de grupos al margen de la ley? Seguramente está por ahí chuzando a cualquier opositor.