Por: Adriana Bermúdez Arango
Como lo hemos comentado en varias oportunidades y es conocido por todos, Cali se convirtió durante la Administración pasada en tierra de nadie. La política laxa de un alcalde de izquierda, con firmes intereses en apoyar la campaña presidencial de Gustavo Petro, fueron la debacle para la ciudad.
Como consecuencia, a la nueva Administración de Alejandro Éder no le ha sido tan fácil retomar el orden en la ciudad. Muchos caleños se acostumbraron a hacer las cosas a su manera, sin tener en cuenta el respeto y el civismo que habían caracterizado a los habitantes de la Sucursal del Cielo. Pero, gracias a Dios, no todo está perdido y llega, poco a poco, el momento de retomar la aplicación de las normas.
Eso está sucediendo con la instalación de dos (2) cámaras de fotomultas, una, en la calle 70 con carrera 1b y otra, en la carrera 1A con calle 12. Esta acción está enfocada en sancionar a aquellos conductores que, sin pena alguna, se acostumbraron a tomar el carril exclusivo del MIO como ruta de tránsito, aunque en múltiples oportunidades y por todos los medios, se les ha pedido que dejen esta práctica, que pone en riesgo a todos: al sistema, a quienes lo utilizan y a quienes lo invaden.
Siempre he sido partícipe de que las normas debemos cumplirlas sólo porque han sido creadas para dar lineamientos que nos permitirán, a una comunidad que se rige por el respeto, vivir en paz. Sin embargo, en vista de que muchos caleños se acostumbraron a vivir en medio de la infracción sin consecuencias, es hora de tomar medidas más drásticas.
Y sí, yo también preferiría que la inversión hecha en las cámaras de fotomultas hubiese sido destinada para tapar algunos huecos de la avenida Vásquez Cobo, o los de la calle 26 entre avenida 5A y avenida 6ta, incluso, los que se encuentran en la calle 48 entre avenidas 3G y 4ta que afectan a menos personas, pero son un riesgo total para los habitantes de la zona y sus vehículos. Sin embargo, no podemos seguir permitiendo que todo el mundo siga con las normas “de ruana”, mientras ven cómo otros las infringen sin sanción.
Desafortunadamente, la pedagogía no es eficiente cuando no viene acompañada por la penalidad. Si las personas descubren que pueden violar las normas o incumplir las leyes sin consecuencias, seguirán haciéndolo toda la vida y eso es lo que ha pasado en nuestra ciudad, que todos nos acostumbramos a ver pasar a los motociclistas por el carril del MIO y a quejarnos, porque los consideramos atrevidos, irresponsables y muchas cosas más, al tiempo que pensamos “Y, ¿qué se puede hacer? Nada, eso le toca a…”
Por eso, “al que le toca”, se puso las pilas y tomó medidas. Porque tocándole el bolsillo a la gente, es la manera de garantizar aprendizaje, sobre todo en una ciudad donde estábamos acostumbrados a que no pasaba nada, a que cada quien hacía lo que mejor le parecía y, si contaba con “suerte”, nadie lo denunciaba. Hora de lograr que la pedagogía pase de las palabras bonitas a la construcción de consciencia y de ciudad, hora de retomar ese norte que nos llevó, tiempo atrás, a ser la ciudad más cívica de Colombia, porque así los habitantes sean distintos, el amor por la ciudad en la que vivimos, debe ser el mismo.
Foto cortesía: Q´hubo Cali