Por: Adriana Bermúdez Arango
Como la canción, “volver” parece ser la consigna principal de la minga indígena, sea cual sea su procedencia y la fecha en que esto se lea. Si no me cree, recordemos que, en el mes de julio, esta misma agrupación, “la Minga”, fue la responsable de tomarse el parque Versalles 2, conocido como el parque Corona o el parque del Triángulo y, por las mismas razones de hoy y siempre: interés en reclamar tierras.
Lo que se dijo por parte de los manifestantes en julio fue que, durante la administración de Jorge Iván Ospina, se les había prometido la adjudicación de unas tierras. Por eso fue que realizaron la toma del parque que se encuentra frente a la Secretaría de Vivienda, porque su mayor interés en aquel momento, era ser visibilizados por ese organismo.
El lunes 21 de octubre, en plena realización de la COP16 que tanto orgullo ha traído a esta ciudad, nuevamente la Minga Indígena hizo presencia. Llegaron indígenas del Cauca, Huila, Putumayo, Caquetá y Nariño en chivas, entraron por la Vía Panamericana para realizar una caravana y marcha pacífica por la ciudad, con la que buscaban “visibilizar el ejercicio que hacen las comunidades indígenas en Colombia”.
El pasado sábado, 26 de octubre, a eso de las 3 de la mañana, un grupo de indígenas quiso invadir zona de ladera en la vía a Montebello, conocida como la zona Reserva Natural Bataclán. Más de doce horas de negociación a cargo de Policía, Secretaría de Seguridad y Justicia, Defensoría del Pueblo y Secretaría de Bienestar Social, con el apoyo de ICBF, permitieron el desalojo de estas personas que buscaban apropiarse de terrenos que no les pertenecen.
En la tarde del jueves 31 de octubre, miembros de la Minga Indígena de Cali, realizaron un bloqueo intermitente de la vía, esta vez sobre la calle 5 con carrera 6 con el ánimo de, nuevamente, reclamar tierras. Al menos, eso decían sus pancartas con frases como “¿Dónde está la tierra?”, además, solicitaban la presencia del Ministerio de Vivienda y la Sociedad de Activos Especiales, quizás porque con ellos, previamente, han logrado algún acercamiento.
En definitiva, la ciudad continúa en riesgo de caer en manos de estas personas, quienes se han dedicado a hacer exigencias y a reclamar “deudas ancestrales”, pero a aportar poco para el crecimiento y desarrollo de la región. No podemos seguir patrocinando el juego de aquellos que creen que la historia les debe, cuando, simplemente, se escudan en ello para no ser los que aporten su mejor versión en la escritura de la historia colectiva.
Cali ha sido una ciudad de gente pujante, trabajadora, a la que le ha gustado construir, crear, edificar, no sentarse a esperar a que otros le den. Los caleños se han caracterizado por su esfuerzo, lucha y tesón, por eso, no podemos permitir que un grupo de personas que no aportan de alguna manera a la construcción de nuestra historia, haga parte de ella a través de la obstaculización o destrucción de nuestro crecimiento.
Las famosas “deudas ancestrales” no debemos “pagarlas” con bienes, tierras o beneficios materiales, debemos saldarlas con oportunidades y los indígenas tienen una sabiduría y un conocimiento ancestral que aún está a tiempo de ponerse al servicio de la comunidad para integrarse a ella. Estoy segura de que, cuando veamos cómo convierten las tierras que ya tienen (casi el 31 % del territorio nacional, según la Agencia Nacional de Tierras de Colombia) en productivas, dándoles la oportunidad de sembrar y cosechar en ellas lo que sus comunidades necesitan o cómo las transforman en un espacio para la enseñanza y transmisión de su sabiduría ancestral a las futuras generaciones, los colombianos nos sentiremos complacidos y orgullosos de lo que estas comunidades son y el aporte que realizan y han realizado durante generaciones al desarrollo de la región.
Infortunadamente, mientras la Minga siga apareciendo cada tanto a reclamar lo que sólo a ellos y a unos pocos se les ocurre que se les debe, buscando victimizar su historia en vez de construir una nueva y mejorada, la reacción de muchos será la misma: rechazar su comportamiento porque, no sólo es totalmente desproporcionado, también tiene tintes de venganza.
No perdamos de vista que cada quien escribe su propia historia.