Por: Adriana Bermúdez Arango
La congresista Susana Gómez, más conocida como Susana Boreal, es una joven activista de la coalición Pacto Histórico de escasos 29 años, que se dio a conocer al país en la época del paro, al organizar una protesta sinfónica, lo que le permitió hacer parte de la lista cerrada de la colectividad para el periodo legislativo 2022 – 2026. Su paso por la política ha estado acompañado de algunas salidas en falso, debido a que la Honorable Representante ha sido un libro abierto ante el país y se ha caracterizado, afortunadamente para conocerla, por la ausencia de filtro en sus declaraciones.
Esto pudimos evidenciarlo cuando, en el debate sobre la ley de cannabis de uso adulto, le manifestó al país que era consumidora regular del producto. De hecho, dijo que lo consumía de manera recreativa diariamente, desatando toda clase de comentarios en una comunidad que, con mucha razón, aún ve con recelo este tipo de sustancias, básicamente porque sabe que su consumo indiscriminado ocasiona daños o efectos nocivos, que llegan a ser irreparables.
Ahora, la oportuna representante en medio de un debate en la Comisión Sexta de la Cámara de Representantes sobre el sistema educativo colombiano, se fue lanza en ristre contra la educación, llegando al punto de decir que “obligar a un niño a asistir al colegio, a mí me parece que es una forma también de violencia y una forma muy evidente de adoctrinamiento”. También dijo que el sistema educativo está “mandado a recoger” y que lo que hace la educación con los niños, es prepararlos para la explotación laboral. Todo mal en el discurso de la representante.
Lo primero que se debe tener claro es que la señorita Boreal no tiene la más mínima idea de qué es educar un hijo, en qué consiste y cuáles son las principales responsabilidades. Y aclaro: estoy hablando de la teoría, no de la práctica. Porque para tener “idea” no hay que ser madre, ni haber educado hijos, sólo se necesita haber prestado atención a lo que sucede alrededor y haberse dado cuenta de que usted es el adulto responsable y que los deseos de los niños, precisamente por la inmadurez que profesan a tan tierna edad, no siempre tienen que cumplirse.
, sólo para no enfrentarla? ¿Cree usted que, ante tanta contemplación, se habría, siquiera, graduado del bachillerato? Seguramente habría sido muy difícil, porque si algo hace el colegio, el que tengamos que cumplir sus normas y la convivencia con otros, es darnos la posibilidad de construirnos, de fortalecer aquello que somos, como la tolerancia a la frustración, la voluntad y hasta la perspicacia porque, para salir de muchos embrollos, sólo necesitamos la combinación exacta de palabras que hacen magia. Qué bella época de la vida…
La representante Boreal definitivamente, se creyó su “cuento de hadas” y piensa que todos los colombianos tenemos la oportunidad de ocupar una curul. ¿Será que ella no se ha dado cuenta de que, lo que hace, necesita una mínima preparación? Y digo mínima por lo existente, pero debería ser de las actividades que mayor preparación requiriera, porque hablamos de los encargados de hacer las leyes que rigen al país.
Y parece que ese es el gran problema de Colombia, que quienes hacen sus leyes viven en la total irrealidad y por eso, no legislan con cordura, porque no llegaron a sus cargos gracias a propuestas sensatas que les dieran la oportunidad de trabajar para el crecimiento y desarrollo de un país. Llegaron a sus cargos gracias a la emocionalidad de personas que creyeron en sus discursos o que, simplemente, vieron en ellos la posibilidad de hacer las cosas de manera diferente.
Comparto con la representante Boreal que la educación de 40 o 50 alumnos en un salón no es viable; que ni siendo niños ni jóvenes, las escuelas deben ser usadas para el adoctrinamiento y que el matoneo, sabotaje o bullying, no debería presentarse, pero nada de eso es motivo para que un niño, niña o adolescente, deje de estudiar. Ella, por el honor que le otorgaron sus votantes al elegirla, debería trabajar por fortalecer la educación, desde el modelo y con el recurso que le permita al educador no tener más de 25 o 30 estudiantes en un salón; que le ayude como formador, a poder estar realmente pendiente de sus alumnos para detectar sus dificultades y poder ayudarlos a su resolución; cuyo deber principal es el impartirles educación, no ideologías o doctrinas, dándoles las bases para que sean ellos mismos, cuando estén en capacidad, quienes las escojan y permitiéndoles estar en contacto para conocer cuándo la crueldad infantil sobrepasa los límites y debe ser puesta en cintura con diálogo, con amor, pero con medidas que le harán saber a esa personita que se está formando, que lo que hace al burlarse o agredir, está mal.
En definitiva, los “padres de la patria”, gracias a tanta prebenda y tanto beneficio, han llegado al punto de vivir una realidad paralela que los mantiene totalmente alejados de la realidad que vivimos y nos aqueja. La propuesta de Boreal no sólo es insensata, absurda y desproporcionada, es en sí misma peligrosa. ¿Se alcanza a imaginar qué clase de profesionales tendremos en el futuro donde estas propuestas avancen? Porque no nos digamos mentiras, nuestra educación, a todo nivel, cambia, se adapta y se modifica, de acuerdo con la realidad que vivimos. Si no me cree, recuerde que las clases de historia, geografía, cívica y hasta urbanidad, desaparecieron del pénsum de nuestros colegios y los abogados, politólogos, filósofos, comunicadores, entre otros, siguieron graduándose de las universidades, a pesar de todos los vacíos que tenían en el conocimiento, porque los cambios se asumen, no detienen el mundo.
Hagamos hasta lo imposible para evitar que estas ideas prosperen y de manera responsable con nuestro país, con nuestros niños y con nuestro futuro, evitemos que este tipo de “padres de la patria” con sus ideas peligrosas, prolonguen su estadía en el Congreso.