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El Palacio estudio

Por: Adriana Bermúdez Arango

La verdad, lo sucedido el pasado martes 4 de febrero en el consejo de ministros, no debería sorprendernos. Quizás, lo que ocurre es que, en nuestra infinita inocencia, creímos que, aunque con diferencias ideológicas y algunas particularidades, teníamos un Gobierno que buscaba destacarse por su seriedad en la búsqueda de cumplir sus objetivos, que era liderado por alguien capaz y comprometido con una verdadera causa: mejorar a Colombia. Sin embargo, lo sucedido evidencia que estábamos altamente equivocados.

Y creo que no deberíamos sorprendernos porque, independiente de si fue un montaje o no, el consejo de ministros evidencia que el presidente de este Gobierno tiene agenda propia y su principal interés es el “vivir sabroso” de él y de quienes pertenecen al primer círculo de su rebaño, no más. Por eso, a pesar de las incompetencias, de los líos jurídicos, de los errores claramente demostrados, los funcionarios impuestos por el presidente Gustavo Petro continúan y continuarán sentados en Palacio, así el “cara a cara” nos haya hecho pensar que podía haber otro desenlace.

En este caso, la “eliminación” no corre por cuenta de la mayoría del Gabinete, votando porque salga de “Palacio estudio” aquel que le hace mayor daño a la sana convivencia y al país, no señor, corre por cuenta de la autoeliminación o renuncia, porque lo que dice el presidente Petro es “soy el presidente” y, más o menos, más o más, “se hace lo que yo diga”. Como reza el viejo refrán, “El que manda, manda, aunque mande mal” y eso es lo que está haciendo el mandatario de los colombianos: mandando mal, al despreciar las opiniones incluso, de quienes han demostrado compromiso con su plan ideológico y algún conocimiento técnico sobre su cartera.

El presidente está acostumbrado a rechazar toda idea que no nazca de su propia cabeza, sin evaluar cualquier consecuencia. Por eso es que no le otorga importancia alguna a las opiniones que le dan sus ministros en un consejo que debió tener como finalidad definir el rumbo del país, sobre todo en momentos donde todo es caótico: Catatumbo, Florida, Pradera, deportaciones de migrantes desde los Estados Unidos, sólo por nombrar la punta del iceberg. El presidente prefirió dedicarse durante seis (6) horas, a contarle a los colombianos experiencias de su paso por la guerrilla, cómo se parece él al personaje de un libro y a dejar en evidencia la realidad de cómo se comporta el kínder que, hasta hace poco, Laura Sarabia trataba de ayudarle a controlar.

Lo más complejo de esta situación para Sarabia es que, tratar de ejercer ese control, al tiempo que buscaba cómo mantenerse en los “afectos” (intereses) del presidente, fue lo que le ocasionó tantos detractores. Ahora, el encargado de esa labor será un hombre sobre el que pesan todas las dudas y todos los escándalos, porque recordemos que Armando Benedetti, el nuevo jefe de Gabinete, ha estado en la palestra pública no sólo por su capacidad “dinámica” en la política, también porque filtró a los medios de comunicación unos audios amenazantes y bastante dicientes, que envió originalmente a quien fuera su pupila, Laura Sarabia, en los que, lleno de ira, advertía que iba a contar todo y a delatarlos a todos y que, si lo hacía, todos iban a la cárcel. Además, tuvo unos líos personales que llevaron a su esposa a denunciarlo por violencia intrafamiliar en España y, como él mismo lo ha confesado, está en rehabilitación de alcohol y las drogas, proceso que, como sabemos, es complejo y permanente. Todo un paquete, el señor. Perdón, todo el paquete del señor.

Es por eso que queda clara la relación transaccional que tiene el trío Petro – Benedetti – Sarabia, que se encargará de llevar a Colombia al caos, con tal de que ninguno de los dos últimos abra la boca y cuente quién sabe qué cantidades de verdades de nuestro jefe de Estado. Mientras tanto y como ya está advertido que pasará, esperemos si se repite el desatino de mostrarnos un “consejo” de ministros que más se asemeja a una noche de eliminación en la casa estudio y cuyo principal objetivo es demostrarnos que “El que manda, manda, aunque mande mal”… o aunque no mande.

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