Resistentes al cambio

Escrito por el 1 marzo, 2025

Por: Adriana Bermúdez Arango

Los caleños somos bastante particulares, al menos, eso demuestran algunos con su actuar. Vivimos en 2021 un mal llamado “estallido social”, de una peor manera que gran parte del país y soñábamos día tras día con que retornaran la paz y el orden. Vemos en la calle el desorden y estamos claros en que no es lo queremos, que necesitamos alguien que “se amarre los pantalones” y haga cumplir la ley, porque la falta de liderazgo está acabando con nuestra identidad y, por ahí derecho, con nuestra ciudad.

Infortunadamente, cuando se establecen las medidas para hacer frente a la situación y recomponer el buen camino como ciudad, se acaban los buenos deseos. Eso es lo que, como ya hemos visto, está pasando con los controles que está haciendo la Secretaría de Movilidad. Todos pedíamos orden, organización y, apenas encontramos un organismo que hace cumplir nuestros deseos y la ley, comienzan las quejas, las molestias y hasta las críticas. No sé por qué, pero parece que nadie nos tiene contentos y, el gran responsable, es aquel que busca respeto y sana convivencia.

Es cierto que “todo no puede ser plata”, que es el argumento dado por quienes no quieren pagar las multas recibidas o las que pueden recibir, pero también es cierto que, si no hay sanciones, no hay aprendizaje. Prueba de ello está en que el respeto por la semaforización es poco, pero si en ese semáforo se instala una cámara de foto detección, inmediatamente, todo el mundo empieza a respetar la luz roja y a controlar la velocidad, porque no quiere ser multado.

Algunos se quejan porque no hay pedagogía, olvidando que esa parte del proceso debió realizarse previo a la obtención del pase. Después de la educación y de tener el permiso para salir a conducir cualquier tipo de vehículo, la calle es el espacio donde se valida lo aprendido y, si esto no arroja los resultados esperados frente al cumplimiento de la ley, se debe sancionar. Si dejamos que todo quede en el aire, sin imponer medidas, quienes puedan, seguirán incumpliendo con sus compromisos básicos y perpetuaremos el caos.

Ya lo decía la secretaria de Paz y Cultura Ciudadana, Johana Caicedo, en el diario El País esta semana: “todos dicen querer cultura ciudadana, hasta que nos la exigen a nosotros mismos”. Parece que siempre estamos pensando en los demás, en lo que ellos deben hacer, en lo importante que es que se ponga en cintura a todo aquel que quiere alterar el orden de la sociedad, pero apenas nos hacen una exigencia personal, directa, ya no estamos de acuerdo con las medidas.

Parece que la resistencia al cambio es más fuerte de lo esperado y nos impide ver los beneficios que podemos alcanzar cuando somos capaces de acogernos a las normas cuyo principal interés, es proveernos una mejor calidad de vida. Debemos dejar de pensar en cómo evadimos nuestras responsabilidades y concientizarnos en la necesidad de construir una sociedad que sea mucho más respetuosa, más incluyente, mucho más idónea y, sobre todo, más pacífica, porque sembrando agresiones y amenazas, no será muy buena la cosecha que obtengamos.


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