Y se marchó

Escrito por el 6 julio, 2025

Por: Adriana Bermúdez Arango

Termina la semana en la que ocurrió unos de los acontecimientos más difíciles de predecir en la historia progresista del país: la renuncia de la canciller Laura Sarabia, la mujer a la que Gustavo Petro puso en su gabinete como parte de los líderes del país, antes de que ella llegara a los 30 años y sin que, ante nuestros ojos, fuera claro el por qué tanta deferencia.

Esta hija de un coronel retirado del Ejército, llegó a las huestes del petrismo de la mano de Armando Benedetti, un personaje que merece columna aparte y con quien trabajó alrededor de cinco años, donde se destacó por su compromiso y amplia capacidad de trabajo.

Su llegada al Gobierno se dio como jefa de Gabinete, cargo que tuvo que abandonar cuando se conocieron los abusos cometidos contra su exniñera, Marelbys Mesa, que incluyeron chuzadas y un polígrafo en un sótano de Palacio, por la pérdida de unas maletas con dólares, obtenidos de unos supuestos viáticos. La indignación del país fue tal, que Laura tuvo que salir del Gobierno, pero nunca supimos quién se robó el dinero, ni por qué Sarabia acostumbra a guardar dólares en maletas… costumbres que uno no tiene, seguramente porque no tiene dólares para guardar, menos en semejantes cantidades.

Pero pronto todo tuvo solución y Laura regresó al Gobierno fortalecida, a ocupar el cargo de directora del Departamento de Prosperidad Social, DPS, donde era la encargada de aplicar y desarrollar toda la política social del país, lo que le significaba manejar la cartera más grande del Gobierno. Su paso por allí fue corto y, muy pronto, le fue encargada la Dirección del Departamento Administrativo de la Presidencia, DAPRE, donde manejaba el poder de la logística de la casa militar, de la seguridad presidencial, de la agenda del mandatario y donde era la responsable de dar la línea al gabinete de ministros y directores de entidades centrales. No sólo era mucho trabajo para una persona inexperta, era demasiada responsabilidad. Sin embargo, Laura respondía a todo y con honores.

Por ello, el presidente le tenía otra misión que se destapó cuando Luis Gilberto Murillo decidió renunciar a la Cancillería para hacer campaña política, quizás también, preocupado por salir del enredo que se estaba armando con Thomas Greg & Sons por el lío de los pasaportes, enredo que, a la fecha, sigue sin solución definitiva. Fue allí cuando Laura Sarabia llegó a la Cancillería de Colombia, sin carrera diplomática y sin ser bilingüe, pero dispuesta a seguir como escudera del presidente.

Muchos, por no decir todos, hemos pensado que la vertiginosa carrera de Sarabia tiene escudo en cosas más fuertes que su indiscutible amplia capacidad de trabajo. Su paso por la UTL de Benedetti, mezclado con la dedicación y entrega que le pone a cada cosa que realiza, seguramente la han llevado a estar en medio de muchas situaciones que podrían ser difíciles de manejar para otros. Sin embargo, ella, que se caracteriza por ser sosegada y prudente en cada paso, ha sabido guardar silencio sobre los casos y las cosas más absurdas que ocurren en Palacio y eso, es lo que le permite hoy, irse del Gobierno sin que el presidente sienta temor.

Como ella misma lo dice en su carta de renuncia “la lealtad es, ante todo, cuidar del otro” y eso es lo que ella ha hecho en cada paso con el mandatario. Sin embargo, parece que hoy prefiere cuidar de ella, porque la distancia, según la misiva, es por el caso de los pasaportes, porque la solución que el presidente está buscando no parece ser la más conveniente. Así lo deja ver Sarabia cuando dice “En los últimos días se han tomado decisiones que no comparto y que, por coherencia personal y respeto institucional, no puedo acompañar. No se trata de diferencias menores ni de quién tiene la razón. Se trata de un rumbo que, con todo el afecto y respeto que le tengo, ya no me es posible ejecutar”, evidenciando que no está dispuesta a asumir las responsabilidades que le competen como canciller por este caso.

Lo que inquieta aquí, es pensar que “soldado avisado no muere en guerra”, pero como tenemos un presidente que hace, como él mismo lo dijo en un consejo de ministros, “lo contrario a lo que me presionan”, no le importará que el país pague las consecuencias económicas y sociales frente al cambio de proveedor para la expedición de pasaportes.

“Colombia sí puede ser una potencia de la vida. Ese sueño exige unidad, humildad y decisiones valientes. Ojalá logre construirlo en esta recta final” dijo Sarabia para cerrar su carta, evidenciando que, a trece meses de terminar el Gobierno, todavía estamos muy lejos de ser ese país “potencia de la vida” que con tanta habilidad nos vendió el petrismo y demostrando, sobre todo, que ella prefiere estar lejos cuando los aún creyentes, se den cuenta de la realidad.


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