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Discusión equivocada

Por: Adriana Bermúdez Arango

Es época electoral y ningún candidato pierde oportunidad para dejarse ver o hacerse sentir en redes sociales, frente a los temas que le son sensibles o ante los que quiere dejar plantada su posición. El alza en la gasolina que incrementa el costo de vida, la inseguridad que se lleva al país entero por los cuernos y, por qué no decirlo, los líos en los que se ven envueltos los burgomaestres de turno, sean de índole local o nacional, acaparan siempre los primeros comentarios de quienes están en campaña.  Sin embargo, aún no hemos visto y nos somos realmente conscientes de la gravedad que hay en el flagelo llamado “corrupción”.

Como ciudadanos, candidatos o no, estamos envueltos en una pelea sin sentido, porque no hemos entendido que la corrupción está en los blancos y en los negros, en los hombres y en las mujeres, en los que han estudiado y en los que no, en los que tienen dinero y en los que luchan por conseguirlo… La corrupción, la única barrera que encuentra en el ser humano es la ética, que es esa “parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores” como la define la RAE. Solo será ella, la que nos permita mantenernos alejados del interés en los beneficios particulares, de las coimas, la mermelada, del querer sacar provecho a la situación generalmente, para uno solo o para unos pocos que pertenecen a mi círculo más cercano.

Nos hemos enfrascado en la pelea equivocada, diciendo de otros, cosas que suponemos, pero que no tenemos cómo sustentar y hemos descuidado ‘el hacer’, que es la mejor forma para demostrar quiénes somos y qué podemos alcanzar, para demostrar nuestra verdadera esencia. Nos desbordamos en críticas para el candidato que no está en nuestros afectos por ser de otro partido político, pero pasamos de agache los errores de juicio de aquel que apoyamos, sin darnos cuenta de la cruda realidad: la política está hecha de acciones, de hechos concretos que son los que hablan por las personas y nos muestran sus verdaderas intenciones.

Y sí, es cierto, usted no las conoce ni las conocerá a todas, ni siquiera de saludo, pero si presta atención, seguramente escuchará a quienes las rodean por convicción y le contarán quiénes son, cómo se comportan y qué tanto han hecho por sus comunidades de manera desinteresada. De paso, aproveche y pregúntese qué tanto les ha cambiado la vida a estas personas desde que se dedican a servir al público, si cambiaron drásticamente de carro, de casa, de costumbres, si los hijos continúan estudiando en el mismo colegio o universidad, si aún frecuentan los mismos sitios, así podrá darse cuenta de la calidad de servicio que prestan y qué tanto esfuerzo o sacrificio han requerido para recorrer su camino, porque la verdadera vida de servicio público es de lucha y resistencia, no lo dude.

Dejemos de estar en inmersos en discusiones sobre promesas que, en ocasiones, carecen de fondo; hablemos de programas. Dejemos a un lado las revanchas porque “me dijo” o “me hizo” y hablemos de propuestas, enfoquémonos en la construcción de ciudad que necesitamos, eso sí, sin perder de vista la trayectoria, el cómo llegó hasta donde hoy se encuentra, en quién y cómo se apalancó para construir. Porque lo que Cali y Colombia necesitan hoy, son personas enfocadas en el construir, pero con ética, con valores. El renacer de Cali debe darse con base en principios inquebrantables, de lo contrario, todo lo que nos gobierne será igual o peor a lo que ya hemos tenido y nunca, seremos capaces de “construir sobre lo construido”, porque todo seguirá contaminado y deteriorándose aún más cada día. Por eso, de nuevo le pregunto ¿ya pensó por quién va a votar en octubre?

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