Cuando olvidas de dónde vienes
Written by R V AM on 17 noviembre, 2023
Por: Adriana Bermúdez Arango.
Ómar Ambuila, exjefe de Carga y Tránsitos de la Dian en el puerto de Buenaventura y padre de Jenny, joven que se hizo famosa por exhibir sus extravagancias en redes sociales, será extraditado a los Estados Unidos por orden de la Corte Suprema de Justicia.
El caso de los Ambuila es, por decir lo menos, vergonzoso, sea cual sea la esquina desde la que se le mire, así hablemos del papá, la mamá, la hija o incluso, de la justicia colombiana, básicamente porque toda la familia fue cómplice en la concusión del delito y la justicia colombiana parece que se siente débil, al avalar la extradición del principal condenado para hacer que pague fuera de nuestro país por sus delitos… Aunque debo reconocer que me produce tranquilidad saber que, con seguridad, allá sí lo hará. Espero que esa medida sea escarmiento para quienes siguen sus malos pasos en el camino de hacerle el quite a las leyes y normas.
Esta debilidad de la justicia se hizo evidente cuando, en marzo de 2019, Jenny y su madre reciben casa por cárcel, a pesar de ser sindicadas por los delitos de lavado de activos, favorecimiento al contrabando, enriquecimiento ilícito y concierto para delinquir. Con semejante cantidad de prontuario, El Buen Pastor se quedó esperándolas. Y habría sido lo mínimo, después de alcahuetear a su padre y esposo en su carrera delincuencial.
Como es sabido, en Estados Unidos la evasión de impuestos es un delito de suma gravedad. Las leyes gringas pueden perdonar las adicciones, pero no el deberle un dólar al Estado por evasión tributaria. Por eso, la justicia norteamericana declara a Jenny coconspiradora en el delito de concierto para delinquir, porque su padre, con el dinero que obtenía de su red de contrabando, le pagaba el alquiler de su lujoso apartamento, la universidad (Harvard), además, le giraba para que pudiera adquirir ropa y accesorios de marca, el Lamborghini, el Porshe, sus viajes, cruceros y el lujoso estilo de vida al que se había acostumbrado en medio de tanta opulencia. Qué triste es pensar que nunca se le ocurrió recordar a su lejana Buenaventura, en donde tantos niños se habrían beneficiado con parte de ese dinero, que pudo haber invertido en educación o alimentación para ellos, en vez de adquirir, por ejemplo, maletas personalizadas con sus iniciales.
Óscar Ambuila, quien hasta 2019 devengaba alrededor de seis millones de pesos, según dijo el delegado de la Fiscalía ante el juez de garantías, giraba dólares a su hija y, cuando viajaba con su esposa a visitarla, acostumbraba llevar con él más dinero del permitido, fue descubierto por una investigación entre la Fiscalía y agencias de los Estados Unidos, quienes rastrearon entre noviembre de 2012 y enero de 2017, 1,3 millones de dólares, cifra que corroboró las sospechas levantadas por las fotos de su hija Jenny en las redes sociales, quien llegó a argumentar que todo era producto de su labor como influenciadora, a pesar de que nadie la reconocía.
El caso de los Ambuila es un claro caso de descomposición social, de los tantos que tenemos en nuestro país. Una familia entera que vive en Buenaventura y que ve de primera mano el atraso que ocasiona la corrupción en el puerto, prefirió hacer parte de ella y sacar provecho de acciones delictivas, en vez de, con su salario nada despreciable y esfuerzo, como lo hacen la gran mayoría de las familias colombianas, lograr sus metas, dar ejemplo a su hija y fortalecerse en su núcleo para construir juntos. Confiemos en que el aprendizaje de este episodio irradie a todos aquellos que, creyéndose las falacias de la ilegalidad, dedican su vida a ella.