Pañitos de agua tibia

Escrito por el 15 marzo, 2024

Por: Adriana Bermúdez Arango

A medida que pasan los días, las situaciones que deben afrontar las diversas secretarías del Distrito, se complican poco a poco. Como ya es sabido, Cali afronta su crisis más profunda en todos los sentidos y, el nuevo Gobierno Distrital, a pesar de tener 75 días en ejercicio, no ha sido el más hábil para demostrar que es capaz de crear e implementar políticas públicas adecuadas para resolver al menos, las situaciones más urgentes de la ciudad.

Así quedó en evidencia con el vídeo que reveló el concejal Roberto Ortiz, donde se ve a dos personas teniendo relaciones sexuales en el separador que lleva al Túnel Mundialista. Su alerta estuvo centrada en decir que la mujer era abusada sexualmente, ante lo que la secretaria de Bienestar Social, Ana Carolina Quijano, informó que la situación fue atendida y el gran responsable fue el uso de sustancias alucinógenas.

Y es que ese es el gran problema que tiene Cali en todos los escenarios donde están presentes los habitantes de calle: los altos niveles de drogadicción. Lo curioso es que nadie parece poder hacer nada frente a esta situación, argumentado que, por respeto a sus derechos humanos, no se les puede obligar a ingresar a rehabilitación para salir de las calles. Sin embargo, esos derechos humanos parecen no tener en cuenta al resto de los ciudadanos, quienes merecen tener una mejor ciudad, más segura, con menos violencia y en un mejor estado, lo que no parece posible con 8000 habitantes de calle, según la última cifra del DANE.

Como el elegido para hacer lo mejor para los ciudadanos, el alcalde está en mora de presentar, no solo su Plan de Desarrollo definitivo, concreto, sino las políticas públicas que a éste deben acompañar. Cali necesita dejar de ‘mover’ a estas personas entre barrios y ofrecerles planes de rehabilitación que les permitan reintegrarse a la sociedad de manera productiva. La oferta asistencialista que se maneja hoy, es evidente que no está dando los resultados que, como sociedad, requerimos.

Por eso es un acierto que, esta semana, el alcalde Éder firmó un decreto que ayudará a que la comunidad pueda mantener un poco más ‘a distancia’ a los consumidores de sustancias alucinógenas, prohibiéndoles estar hasta 200 metros a la redonda de colegios, bienes de interés cultural y parques. ¡Buena esa, alcalde!

Y es que uno de los propósitos del Plan de Desarrollo ‘Recuperemos Cali’, es una ‘Cali reconciliada’, con seguridad, justicia y convivencia e integración social y económica. Para lograrlo, es necesario garantizar un entorno seguro en los parques, libre de habitantes de calle que utilizan estos espacios como casa, baño y hasta sitio de trabajo y consumo, porque es allí donde roban cuando están bajo el efecto de sustancias alucinógenas.

Aunque se debe reconocer que la presencia policial en todos los espacios ha mejorado y que es clara la visibilidad que ha ido alcanzando, todavía se evidencia que es insuficiente, sobre todo si tenemos en cuenta que, los habitantes de calle desde 2019, han duplicado su presencia, producto de la migración y de situaciones como el mal llamado ‘estallido social’, pero no ocurre lo mismo con el pie de fuerza policial que, por el contrario, se redujo considerablemente.

Este debería ser un factor esencial para que, desde la Alcaldía, se fije una política que no fortalezca los “pañitos de agua tibia” frente a una problemática que coge fuerza y agrava su presencia en nuestra ciudad. Es necesario crear una política y una “ruta de crecimiento”, que permita ingresar a ella a quienes requieran salir del flagelo de las drogas, acompañándolos en su desintoxicación, rehabilitación y reincorporación a la sociedad.

Pero, también es necesario establecer qué se hace con aquella persona que está inmersa en el problema y no quiere o no le interesa salir de él… ¿Internarla en una institución mental? ¿Capturarla y privarla de la libertad, enviándola a una cárcel a que termine de profesionalizarse en delincuencia? No lo sé, los abogados ayudarán a encontrar opciones, pero lo que sí es claro es que si Cali no le pone freno a esto, no tenemos idea en dónde vamos a parar, porque los habitantes de calle y todas las dificultades que su presencia acarrea, están desbordadas.


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