De las redes sociales y otros demonios
Escrito por R V AM el 14 febrero, 2025
Por: Adriana Bermúdez Arango
San Valentín es, curiosamente, una fiesta católica, instaurada en Roma por el papa Gelasio I por el año 496, con el objetivo de remplazar la celebración de Lupercalia, una fiesta pagana de la fertilidad, donde se acostumbraba golpear a las mujeres con látigos hechos de piel de cabras y perros, mojados en la sangre de estos animales.
Y digo “curiosamente”, porque a pesar de ser una fiesta católica, no en todos los lugares donde esta religión se practica, la celebración se acostumbra. En Colombia, por ejemplo, la globalización, internet, las redes sociales y, ahora, la cantidad de extranjeros que visitan nuestra ciudad o se quedan en ella, han popularizado la fecha. Antes, sólo teníamos nuestro “Día de amor y amistad”, que celebramos el tercer sábado de septiembre y que involucra a parejas y amigos. San Valentín, sin lugar a dudas, es una festividad más específica, es la fiesta de los enamorados.
Sin embargo, creo que, por la época que atravesamos, deberíamos celebrar este día. No importa con quién, no importa en dónde, no importa si vamos a cenar, a comer un helado o simplemente a conversar con un café, pero debemos encontrarnos más allá de las redes sociales, así sea sólo por un rato y disfrutar de la compañía de otro u otros, seres humanos.
Lo digo porque, a pesar de ser tan útil la tecnología para acercar personas, también se ha convertido en un puente y facilitador de odio, rabias, calumnias, sobre todo, ahora que se acerca la temporada electoral. Cada día estamos más próximos a que se destapen las cartas de quienes quieren determinar el rumbo de nuestro país a nivel de Senado y Cámara de Representantes, pero, sobre todo, de quienes quieren ocupar el primer cargo del país: la Presidencia de la República.
Estas aspiraciones políticas han llevado a que, tanto posibles candidatos como sus seguidores más acérrimos, utilicen las redes sociales para comenzar, de manera subrepticia y agresiva, una campaña que puede llegar a ser no sólo indebida, también inconveniente y hasta ilegal. Infortunadamente, no todo el mundo acostumbra a darle la importancia que tienen estos casos y, en muchas ocasiones, prefieren dejar pasar odios e intrigas, argumentando que “Al bagazo poco caso”. Pero nada más dañino que eso para la verdad y el respeto, valores que jamás deberíamos perder.
Hoy, en el día de los enamorados, del amor, invito a reflexionar frente al uso que cada uno está haciendo de las redes sociales, de internet; sobre cómo están permitiendo que afecte su percepción, su conocimiento, aquello que otros publican. Necesitamos hacer un profundo análisis de todo lo que vemos, de lo que consumimos, para determinar si es lo que queremos, llegue a nuestra vida, a llenar nuestra cabeza y nuestro corazón. No podemos permitir que, la rapidez que lleva el mundo, nos impida estar bien informados, pero tampoco podemos nutrirnos con lo primero que encontramos. Hay que analizar mejor el mensaje, lo que trae el oculto, si tiene veneno que lo acompañe.
Porque cuando el emisor tiene un sesgo político, es cuando más atentos debemos estar para corroborar si lo que consumimos es real y viene en los términos adecuados. Eso nos permitirá clasificarlo de una mejor manera y definir con mayor claridad, si ese es el tipo de mensaje que queremos recibir porque, al fin de cuentas, será el mensaje que terminaremos dando.
Aprovechemos la oportunidad para un rato de desconexión social en la virtualidad y encontrémonos con quienes hacen parte real de nuestra vida. Necesitamos purificar nuestra mente y nuestro corazón de tantos que, sólo en busca de votos, abusan de las redes sociales y otros demonios.