Fue por lana…
Escrito por R V AM el 7 julio, 2023
Por: Adriana Bermúdez Arango
La semana pasada el concejal de Cali, Juan Martín Bravo, comenzó una lucha en redes sociales en favor de los comerciantes de la noche, manifestando que algunos inspectores de policía de la ciudad, solicitaban requisitos inexistentes a los establecimientos nocturnos, situación que aprovechaban para pedir coimas o sobornos a los comerciantes y evitarles sanciones.
Estas declaraciones dejaron a muchos perplejos porque, si lo pensamos bien, ¿quién va a sobornar a un funcionario porque le pidió un documento que no necesita o no está obligado a tener? ¿No es más fácil denunciarlo por corrupto y sacarlo del juego? Así, además, se evita que perjudique a más personas. Pero el concejal, como reza el viejo refrán, “fue por lana y salió trasquilado”. Esto ocurre porque apenas el miércoles, la Personería Distrital de Santiago de Cali, sancionó en primera instancia y por cinco meses, al exsubdirector de Espacio Público y Ordenamiento Urbanístico, el señor Hugo Millán Orozco, porque aprobó un uso de suelo a un establecimiento comercial sin contar con el concepto ambiental del Dagma. ¡Y qué establecimiento!
Sucede que, La Pérgola Clandestina, clasificada en diciembre del año anterior por la International Nightlife Association como el mejor club nocturno de Colombia y el # 79 del mundo, no tiene en regla su documentación porque el señor Millán Orozco le aprobó un uso de suelo fraudulento, porque no contaba con el concepto ambiental que emite el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente – DAGMA. Hagamos esto más claro: el Uso de suelo es el documento que certifica que el negocio tiene permiso de funcionamiento en ese espacio físico y la norma urbana exige que, para recibirlo, los establecimientos de comercio deben contar con el concepto ambiental que emite el Dagma y con un EIR (Esquema de Implantación y Regularización) que busca mitigar impactos en la zona por parte de dicho establecimiento. Esto quiere decir que se debe garantizar que el negocio no genera un impacto negativo a nivel de ruido, basuras, entre otros, para garantizar que cumple con el EIR y recibir un concepto ambiental positivo por parte del Dagma, lo que le otorgará su uso de suelo.
Lo complejo de la situación no son, únicamente, los 55 millones de pesos que deberá pagar el exsubdirector de Espacio Público y Ordenamiento Urbanístico si esta medida queda en firme en segunda instancia, lo verdaderamente complejo es que el concejal Bravo alborotó este avispero esperando encontrar eco en la comunidad y, los únicos que le siguieron la pista, fueron los comerciantes a quienes les cerraron sus negocios porque incumplen a todas luces, la norma. Los caleños afectados por el ruido, en ocasiones descontrolado que emite este tipo de lugares y quienes han efectuado acciones en búsqueda de recuperar la paz y tranquilidad de su sector, solo pudieron guardar silencio ante las absurdas declaraciones del concejal.
En Cali, el tema del ruido ha alcanzado tal relevancia, que la ciudad cuenta con una veeduría llamada Cali Sin Ruido, conformada por un grupo de ciudadanos cansados de ver cómo, su derecho a la paz y al descanso en la intimidad de su hogar, se ve violentado por una cultura que, más que hacer homenaje a la salsa y a la historia musical de la ciudad, parece que emulara la cultura mafiosa de los 90, cuando con un fajo de billetes, todas las normas y la ética, eran susceptibles de desaparecer. Hoy, el rezago de esa cultura nos ha llenado de terrazas, bares a cielo abierto, carpas y todo tipo de establecimientos que, per sécula seculórum, se han enquistado en nuestros barrios y comunidades, llevándonos a un deterioro de la salud, porque realmente, esa es la consecuencia que trae un mal descanso.
Los caleños, si realmente queremos a esta ciudad, no podemos seguir permitiendo que Cali sea el caldo de cultivo para todo lo ilegal e indebido. Ya es de por sí absurdo, que la Sultana del Valle cuente con la discoteca a cielo abierto más grande del país, que opera sin dios ni ley y a la que ahora, cuando ya se salió de control, quiere el alcalde venir a ponerle hasta código de vestuario. Definitivamente, hay casos donde el ‘ensayo y error’ no opera.
Llegó la hora de ponernos ‘manos a la obra’ y recuperar nuestra ciudad, su civismo, su calidez y su tranquilidad. Cali es mucho más que la salsa de un viernes o sábado en la noche, embriagado de licor. Cali es la dulzura de su gente, la candidez de sus abuelos y la ternura de sus niños. Cali es la frescura que le dan las montañas a la Avenida Sexta, es el trino de los pájaros en la mañana en el Parque del Ingenio, en el de La Flora, o en el del Perro. Cali es eso y más… pero necesitamos del descanso y la paz que trae la noche, para poder disfrutar cada día de tantas maravillas.