Toda una oda a la chabacanería

Escrito por el 9 febrero, 2024

Por: Adriana Bermúdez Arango.

Francisco “Paco” Ramírez, locutor en Cali de una emisora llamada Tropicana y quien es popular por interpretar el personaje de “Tía Inés”, tuvo un infortunado incidente al aire esta semana, que terminó dejándolo desempleado y calificado por parte de la comunidad como misógino.

Sucedió que Estefanía Lerma, la única mujer de la mesa de trabajo, estaba contando a los oyentes que el Gobierno condonaría las deudas con el Icetex y Ramírez bostezó en plena noticia, lo que causó incomodidad en la locutora y reclamo. Ramírez optó por desatar un monólogo, informándole a Lerma que estaba en desacuerdo con Petro y su gobierno.

La situación al aire se convirtió en insostenible, nadie sabía qué hacer, sólo correr. El suceso fue una clara evidencia de la polarización que vive el país, en medio de las diferencias políticas que tenemos actualmente. “Paco” no debió desacreditar la tendencia o ideología política de su compañera, tampoco, calificar al presidente de “narcotraficante” y “bandido”, lo que no tiene cómo probar. Además, la manera en que se refirió a Estefanía tratándola de “boba”, lo deja muy mal parado frente a cualquiera, porque las ideas de todos deben ser respetadas.

Sin embargo, difiero en que esto sea un problema de género. No creo que Francisco atacara a Estefanía por ser mujer, creo que la atacó porque se consideró superior a ella, porque tuvo, en ese momento, un problema con su manejo del poder. Ramírez ve a una joven que está comenzando su carrera y él, con unos años más de experiencia en el medio, considera que tiene la potestad para pisotear o minimizar a quien quiera y que nadie va a decirle nada, por eso lo hizo, porque está acostumbrado a creer que su posición es más importante y valiosa que la de los demás. Pero esta vez, la creencia fue incorrecta…

Quedé pasmada con la actitud del resto de la mesa. No solo nadie intervino para frenar de manera directa a “Tía Inés”, sino que trataron de obviar la situación, de meter el polvo debajo de la alfombra para que nadie lo viera, dejando a Estefanía con ese golpe moral y totalmente apabullada, lamiendo sola sus heridas. Qué falta de solidaridad, de compañerismo y de respeto, que se presenta y permite en esa mesa de trabajo. Nadie debió defender a Estefanía, todos debieron haber detenido a Francisco, haberle hecho ver lo mal que estaba su comportamiento. No sé si quedaron estupefactos porque eso nunca había ocurrido o si la situación es tan común, que prefieren hacerse los de los oídos sordos y continuar, el caso es que su buen ambiente de trabajo, quedó en duda.

Lo curioso es que esta emisora se caracteriza por hacer cosas así, disruptivas, por llamarlas de forma “bonita”, pero que, realmente, son burdas, vulgares y hasta inapropiadas, toda una oda a la chabacanería. En este dial le dicen a la gente donde se encuentra el tránsito para que los infractores puedan evadirlo y su estilo se caracteriza por hablar de cualquier manera, sin preocuparse por hacer ni siquiera, un buen uso del idioma, mucho menos de la dicción. La ramplonería es su arma de disuasión y los chistes de doble sentido, la estocada final para cautivar a la audiencia. Lo grave: es la emisora más escuchada en Cali, según el Ecar, lo que quiere decir que es lo que a los caleños les gusta escuchar. ¿Para qué cambiar el formato si el que tienen, lo compramos?

La situación que se presentó entre estos locutores, es un simple reflejo de lo que está pasando en nuestra ciudad y hasta en el país. Estamos teniendo altos niveles de tolerancia frente a situaciones que no debiéramos permitir para después, estallar en escenarios que debimos saber manejar. En un programa donde el mal gusto es la punta del iceberg, una opinión política no debería ser el talón de Aquiles.

Como radioescuchas, como oyentes, lo que debemos sentarnos a pensar es ¿por qué consumimos ese tipo de contenido? ¿Qué nos motiva a escuchar estas propuestas que no aportan en nuestra construcción? Es cierto que la radio está creada y pensada para amenizar momentos, pero ¿por qué permitirle a un producto que destruya desde nuestros valores hasta nuestro idioma? Recordemos que los medios de comunicación son los encargados de crear lo que se consume, lo que se vende, lo que se escucha, lo que quiere decir que, como consumidores, somos responsables de la existencia de este tipo de programas, de su ramplonería e incultura.


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